viernes, 7 de diciembre de 2012

DESOLATION

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Su espíritu arraigado vagaba sin aparente sentido por los pasillos de aquel caserón.  Muchos era los testimonios sobre extraños ruidos chirriantes, vahos que se manifestaban de repente y escalofríos  a la luz del fuego.  Pero nadie podía afirmar haberla visto hasta entonces.
Cuentan que se quitó la vida hace más de cuarenta años, desesperada, un día antes de que su hogar fuese demolido, sin saber que su acción repercutió de tal manera en el ánimo de su vecindario que el derribo fue cancelado. 
Dicen que llegó a tal extremo porque estaba enfermizamente enamorada de su casa, de sus paredes, de sus olores, de sus corrientes de aire...  todo ello la sumía en la felicidad más absoluta.  De tal manera se sentía que apenas salía fuera de sus muros para socializar con las personas que intrigaban e inventaban historias sobre "la joven de la ventana", que así la llamaban porque era la única manera de poder disfrutar de su belleza, cuando desde su ventana miraba con expresión casi altiva hacia el exterior, dando envidia al mismo sol.
Sus amigos fueron los ladrillos que la cobijaban y su familia las velas y candiles que usaba para iluminar su amoroso hogar.
Por eso su vida se alteró cuando le llegó la notificación del ayuntamiento local ofreciéndole una vivienda en el centro pues los planes urbanísticos harían pronto que el progreso se llevase como un huracán lo que había construido a base de cariño.
Y por eso no supo más que quitarse la vida para quedarse siempre allí, en la forma que fuese, pero siempre unida a aquel espacio que era todo su corazón.

Como dije antes, la tragedia alteró el discurrir de la vida de aquella comunidad que, como víctima de una maldición, se fue disgregando poco a poco hasta quedar como un poblado deshabitado. 
Y allí quedó el caserón, sólo expuesto a eventuales visitas de gamberros o jóvenes que buscan algo que no saben buscar. 
Muchos de ellos desconocen esta historia, pero todos los que pisaron aquellos suelos salieron con la sensación de no haber estado solos.
De todas estas historias me quedo con las palabras de una joven que aseguró sentirse a gusto allí, y que al anochecer contempló sin miedo y con emoción la presencia de una hermosa mujer de figura desolada que portaba un candil en una mano.  Por un segundo la sombra se giró para mirarla a los ojos, y fue ese breve instante el que cruzó las sonrisas de las dos almas iguales.

Juan Carlos Pascual

domingo, 2 de diciembre de 2012

CAPAS

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Capas de piel curtida, de corteza añeja, cubiertas cada una de ellas de experiencias dispares que el tiempo fue creando. 
Capas de tiempo perdido y aprovechado, bebido y echado de menos, abrazado y despreciado a partes iguales.
Capas de espacios visitados con ilusión y desandados paso a paso.
Capas constituidas por personas que nos acompañan, que aparecen para quedarse siempre sirviendo de bastón en el que apoyarnos para seguir caminando.  También capas de gente que desaparece para no volver, ausencias incorporadas dentro de nosotros.

Así fue como poco a poco llegó la sabiduría de la humildez, esa que le hizo comprender que la ignorancia está asociada a la vida, la sapiencia de no esperar nada mientras espera a que todo transcurra. 
Capa tras capa va formándose nuestra existencia.

 

Juan Carlos Pascual

martes, 20 de noviembre de 2012

EL ELEMENTO HUMANO O “RETRATO DE LO INVISIBLE”

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Era una pareja de longeva edad, aunque si he de ser sincero y a riesgo de que me tachéis de loco, diré que según hablaba con ellos me parecían cada vez más jóvenes.  Les llamé la atención cuando me vieron agachado y con la cámara a ras de suelo y empezaron a preguntarme sobre lo que estaba haciendo.  Ya lo sé, mi proceder no es del todo usual, me gusta demasiado el suelo.
La cosa es que entablé conversación con ellos.  Me contaron que el caserón en el que moraban era ya demasiado grande para ellos, y que muchas de las horas de cada día las pasaban en el jardín, disfrutando la naturaleza que habían creado. 
No recuerdo bien si fui yo quien les pidió que posaran o fueron ellos los que demanaron una fotografía, pero da igual, todos sabemos que ese era el paso lógico de los acontecimientos. 
Se cogieron de la mano sentados en su banco, miraron sonrientes a mi cámara y yo apreté el botón del obturador.  A priori me encantó el resultado, era una foto muy espontánea con un grado elevadísimo de complicidad.  Cruzamos unas frases más y nos despedimos deseándonos lo mejor.  Me sentía dichoso por haber compartido un momento como ese con personas que me doblan la edad pero tienen dentro de sí infinidad de similitudes conmigo.
LLegué a casa cansado después de todo el día caminando y fotografiando, pero con la satisfacción de haber hecho lo que me llena.
Al día siguiente descargué las fotos al ordenador y las revisé una a una. Y llegué donde quería.  Allí estaba asomando el caserón, allí estaban las miles de hojas que el otoño esculpe sobre la tierra, allí estaba el banco de los ancianos, y allí estaba su ausencia.  Y eso era todo.
Al instante se me erizó la piel de todo el cuerpo, pero cuando pude ser consciente de la magnitud de mi encuentro con esos dos seres excepcionales me sentí rebosante de dicha.
Gracias pareja feliz, vuestro retrato queda a salvo conmigo.

 

Juan Carlos Pascual

martes, 13 de noviembre de 2012

QUIEBROS

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Fotografía de Isabel Talleda

Una vez fui una hoja verde cumplió su sueño de volar para ver las maravillas que el mundo me podía ofrecer.  Y así, en la travesía que comenzó al desprenderme de la rama que siempre me sostuvo pude disfrutar los manjares visuales que desfilaron ante mí.

Vi tejados bombardeados por las inclemencias del clima inestable cubiertos por nidos de cigüeñas viajeras.
Sobrevolé el abandono que asola toda clase de movimiento conquistándolo a base de dulces mentiras, así como nubes de cemento empeñadas en tapar un sol que se marchó tiempo ha, como un dios decepcionado con su propia creación.

Contemplé vueltas de tuerca pasadas de rosca y noviembres remanentes de tibieza, también sillas que reinan en los pasillos como héroes deprimidos que perdieron su esplendor tras humillantes derrotas.
Escuché los cuentos que trae consigo el viento, el mismo que me transportaba, hablando de caminos olvidados en tradiciones inconclusas y de espejos que no devuelven miradas si no neblinas cargadas de rencor.

Ruecas que sólo tejen en azabache, mensajes incomprensibles escritos a pluma sobre las piedras desahuciadas, semáforos teñidos de un rojo permanente, cenicientas de zapatos prietos que padecen de insomnio crónico.

Admiré a las estatuas de mármol que se lamentan por su inédita movilidad y se aferran al pedestal que las suspende en el aire contaminado.
Observé las paredes que lloran recuerdos ensangrentando su antigua firmeza, aquella que cobijó esperanzas de futuros prometedores y promesas que inevitablemente se demoraron eternamente.

Ecos de la voz de otros tiempos, como el gramófono que alguien olvidó desconectar y sigue sonando sin saber que sólo lo invisible atiende a sus canciones.

Y así morí, cayendo y retumbando sobre las ajadas baldosas que cubren el legendario suelo del palacio de los sueños de cristal quebrado.



Este texto está escrito con motivo de la magnífica exposición fotográfica “Quiebros” de mi gran amiga Isabel Talleda, que puede admirarse en la Agrupación Fotográfica de Montcada i Reixac durante el mes de noviembre de 2012.
Ella me pidió poner palabras a sus imágenes y este es el resultado.
Obviamente va dedicado a ella.

 

Juan Carlos Pascual

lunes, 5 de noviembre de 2012

ACARICIANDO EL HIELO

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Al nacer comprendió su objetivo vital.  Y al comprenderlo lo puso en marcha.  Sus manos tendrían que derretir los hielos que amurallan a los seres humanos.  Sin violencia, sin angustia, armada tan sólo de sus manos vacías de artificios pero rebosantes de calor, y sabiendo que el tiempo sería a la vez su aliado y su enemigo.  Paciencia.
Lustros pasaron y ella seguía con las manos rozando el frío, derritiéndolo a base de ínfimas caricias plenas de amor.
Poco a poco el muro se va haciendo más estrecho y ya se pueden ver colores desenfocados al otro lado.
Las tempestades la rodean, las noches la acompañan, el silencio es la melodía que sus hermosos oídos paladean, la soledad es su amiga más preciada.

Y ella, impertérrita, inmune a la dolorosa periferia, centrada en su único objetivo.
Ya falta menos, mi amor.

 

Juan Carlos Pascual

lunes, 10 de septiembre de 2012

LA INVISIBILIDAD QUE NOS RECONOCE

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La rutina se repite ante mi a cada deshonesto segundo que se manifiesta en las manecillas de un reloj cochambroso que hace tiempo dejé de llevar.  El hastío de vuestras pródigas vidas que paseáis ante mi lúgubre envoltorio de color rosado hace que mi interior sea vomitado hacia arriba hasta que la gravedad hace su cometido y lo transforma en un pútrido charco bajo mi cuerpo de vidrio.  No tenéis nada para mi.  Me usáis cruelmente, saciáis vuestra sed de desmadre con mi propia sangre y cuando estáis satisfechos me tiráis con desprecio a las inmundas calles de la ciudad de los sueños soñados con inapetencia.  Cada uno de vosotros se cree especial, elegido, algo así como el centro del universo.  Pero no os dais cuenta de que ese universo es como una rosquilla, y vuestro lugar está seccionado como un bosque sin árboles.
Vuestra contagiosa invidencia os impide ver y disfrutar de las inacabables maravillas que tenéis a vuestra disposición simplemente mostrando una mano al frente, una mano que siempre termina en el mismo destino, el bolsillo de la apatía.
Dueños de vuestro propio destino y creadores de vuestro propio apocalipsis.

Juan Carlos Pascual

jueves, 6 de septiembre de 2012

HACIA LO QUE TODO CONDUCE

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Las líneas, las aceras, los anhelos, las nubes, los subterfugios, las canciones, las risas, las fragilidades, los poemas, las distancias, los tiempos, los movimientos, las respiraciones, los pestañeos, los sueños, los olvidos, los viajes, las soledades, los sonidos, las imágenes, los latidos, los disparos, las presencias, las despedidas, los amaneceres, las frases, las arrugas, las lágrimas, las pérdidas, las bienvenidas, las pinceladas, las payasadas, las palabras y los pasos constantes. 
Todo te conduce a ti.

Juan Carlos Pascual

miércoles, 5 de septiembre de 2012

ESBOZOS DE MI NEUROSIS

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Nubolando mi imaginación, imaginando palabras inventadas que me irritan, irritando cielos inmaculados, inmaculando el viento que soplan mis pulmones hinchados, hinchando mis escritos, escribiendo sandeces que no llevan a ningún lado, ladeando mi temperamento para no derretirme, derritiendo el helado de chismes que me altera el paladar, paladeando la nada que se quiere hacer presente, presentando las quimeras doradas que algún día soñamos, soñando que estoy despierto, despertando mi sueño dormido, durmiendo mis paranoias sangrantes, sangrando emociones como gotas en la lluvia, lloviendo hadas de océanos angelicales esbozados, esbozando mi neurosis.

Juan Carlos Pascual

miércoles, 15 de agosto de 2012

HUMANOS TEÑIDOS DE AMOR, UNA HISTORIA REAL

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Hace unos días me llegó un mensaje al móvil.  Era Amaia, una amiga, preguntando si me podía dar una idea para escribir un relato.  Se me pusieron los ojos como platos. 
-Claro que sí!!! – contesté.  Además, justo ahora que me siento desinspirado, a ver qué me propone.
Me explica que está desayunando en una cafetería y hay una pareja bastante especial.  Un señor y una señora que toman café con un osito de peluche cada uno puesto en la mesa.  La señora da besos al señor.  Amaia hace una foto con su móvil a escondidas y me la envía.
Me digo que eso tengo que verlo con mis propios ojos y quedo con ella los siguientes días para desayunar en el mismo sitio.

El primer día llego tarde debido a un curioso “incidente” que contaré otro día en este blog.  Cuando me siento en la cafetería la pareja se está marchando.  Esto me sirve para percatarme de que él va en silla de ruedas y ella necesita un andador.

El segundo día da para más.  LLevo la cámara y hago varias fotos, aunque bastante lejanas.  Durante el rato que estoy con el café varias personas del barrio se detienen para cruzar unas palabras con la pareja.  Son queridos.  Me entero entre medias que la mujer suele pedir en la calle.
En un momento dado sacan los peluches y juegan un poco con ellos.  A esas alturas ya me han ganado.

El tercer día Amaia y yo decidimos sentarnos en la mesa de al lado.  Nos dan los buenos días.  Yo aposento la cámara en la mesa apuntando hacia ellos y disparo varias veces.  Es increíble lo amorosa que resulta la mujer.  Agarra los peluches contra su pecho y les da besos con una devoción infantil que me llega al corazón.  Él sonríe satisfecho.  El espectáculo es inenarrable. Decido dar el paso y les pregunto si me dejan hacerles un par de fotos con los peluches.  Enseguida aceptan.  Ella muestra orgullosa sus peluches, son su más preciado tesoro.
Nos explican que viven en la residencia que hay en la plaza de al lado, y que lamentablemente allí les roban los muñecos de vez en cuando.
Les prometo que el próximo día les llevaré alguno de los peluches que pululan por casa.  Sonríen agradecidos.

Al final se marchan, y al levantarse y justo antes de girarse para emprender el camino de vuelta ella nos mira a Amaia y a mi y dice la primera palabra que le escucho. “Adeu”.  Pero no es una palabra, es un regalo.  Porque el amor que lleva impreso cada una de esas cuatro letras hace que la vida valga la pena.
No sé si alguien más lo hará, pero cuando el tiempo siga su curso y tengan que abandonar este mundo, ya tienen una persona que les mantenga vivos en su pensamiento.

Dedicado a Amaia Ramírez, que me puso “sobre la pista” de esta hermosa historia y es partícipe de ella.
Y por supuesto dedicado a “ellos”, que lo único que tienen son sonrisas, porque nada más necesitan.

 

Juan Carlos Pascual

viernes, 10 de agosto de 2012

AGUA

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Ella explotó.
La gota colmó el vaso hace ya mucho tiempo. Ahora se sentía inundada, ahogada por la rutina y por lo desesperante del peso que tenían las riendas de su vida. El desamor había ido calando hondo a cada segundo, y la tristeza se había convertido ya en su mejor amiga.
No había razón por la que sacar la cabeza a la superficie.
Pero explotó, y como lo hace una raza de supervivientes esa explosión la hizo renacer. Para el ahogo se inventó branquias que repartió por todo su cuerpo. Ahora podía respirar profundamente como no lo había hecho en siglos. A la rutina la encerró en un baúl bajo llave, la cual lanzó en medio del océano. El desamor lo empezó a combatir cuidándose, mimándose y sintiéndose bonita por fuera y por dentro. Y a la tristeza no tuvo más que pintarle una sonrisa en el espejo de sus emociones.
A partir de ahí, el mundo se ofreció a ella.

Dedico esta entrada a Mónica, autora de esta magnífica fotografía que me inspiró para escribir esas palabras, y que tan amablemente se ha prestado a ilustrar el texto aquí en el blog :)

 

Juan Carlos Pascual

domingo, 29 de julio de 2012

Los ángeles también mudan

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Dicen que existen ángeles conviviendo con nosotros.
Y dicen que son invisibles, aunque yo sé que no lo son.  Es nuestra mirada repleta de límites la que les otorga esa supuesta invisibilidad.  La velocidad del mundo moderno y la falsa introspección evitan que veamos lo que tenemos delante de nuestros ojos.
¿Que por qué lo se?  Porque conozco a varios de ellos.

En estos días en que el calor aprieta y las noches asfixian, las calles de la ciudad están repletas de plumas de diversos pájaros urbanos que necesitan mudar su recubrimiento.  Pocos se dan cuenta, pero es algo evidente. Salid fuera, salid y mirad.  Y fijaos bien porque encontraréis otro tipo de plumas. 
Son plumas que no se degradan con el paso del tiempo, si no que se transforman en oxígeno reparador.  Plumas suavemente rugosas que al tacto ofrecen una historia diferente, de amor compartido y buenas obras.  Cada una de ellas contiene impreso en su adn un relato que hizo feliz a alguien.

Porque efectivamente, los ángeles existen a nuestro lado, seres “celesterrenales” cuya existencia se rige por la ayuda desinteresada a quien lo necesita.  Su sangre fluye porque el amor la mueve, su mirada es limpia como un mar sin fondo o un cielo sin nubes, y sus alas magníficas capaces de surcar el infinito reduciéndolo a un microsegundo también necesitan ser mudadas, para renovar con cada una de sus plumas el aire que mueven y les hace respirar.

Cuando salgáis a dar un paseo cerrad los ojos un momento, haced un par de respiraciones profundas y conscientes y volved a abrirlos lentamente.
Ahora mirad y sorprendeos.

 

Juan Carlos Pascual

martes, 24 de julio de 2012

Escapatorias difusas

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Subí la escalera para poder escapar por la ventana que traslucía el único punto de luz que vi en mi vida.  Uno tras otro fui dejando atrás cada escalón de madera.  Finalmente llegué a mi destino.  Conseguí abrir la ventana y salir, pero lo único que logré es caer a un vacío de cemento azabache.

 

Juan Carlos Pascual

domingo, 8 de julio de 2012

EL ATORMENTADO HALLAZGO DEL PARAGUAS QUE SE DEJÓ MORIR

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Fue feliz un tiempo atrás, en la Barcelona tormentosa y cambiante de hace décadas.  En cuanto la primera gota caía desde el cielo garantizando horas de lluvia, sentía cómo por sus varas de alambre la emoción se extendía cada vez más veloz.  Y cuando notaba que su dueño se pertrechaba para salir a la calle y antes de abrir la puerta le alzaba con firmeza para llevarlo con él, sus ojos que no existían se abrían de par en par al mundo y a la felicidad.  Sentirse empapado por la llovizna era su razón de ser, y en esos momentos nada más existía.  Era un éxtasis, un orgasmo contínuo, la iluminación de un ser inerte.
Pero las lluvias se fueron espaciando de un tiempo a esta parte, hasta dejar meses enteros de por medio.   Su vida inmóvil dejó de tener sentido alguno, y poco a poco se fue sumiendo en un vacío interior que le fue mellando y deteriorando.
Y un día llegó lo inevitable.  Su dueño, con quien tantas tardes había compartido, se deshizo cruelmente de él, dejándolo en la intemperie. 
El pobre paraguas no pudo más que dejarse morir, no tanto de asfixia ni por falta de agua como por la desazón y la pesadumbre que le infligían un dolor insoportable. 

Su historia me la contó ya muerto, cuando lo encontré, y lo único que pude hacer por él es captar en una eterna instantánea su triste historia.

 

Juan Carlos Pascual

domingo, 24 de junio de 2012

A WOMAN ON THE STAGE

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Su escenario es su mundo, el que pisa cada día, el de las rutinas imperecederas y el de las risas legítimas.  Un mundo cambiante reflejo de la realidad.

Su obra no tiene guión, y en todo momento tiene que improvisar, tirando de experiencias pasadas pero también experimentando con cosas por suceder, algunas de las cuales no tienen sentido a priori, pero ella las lanza al público consiguiendo mayoritariamente una reacción positiva por parte de la platea.

La función no permite intermedios, y ella es capaz de mirar, reír, llorar, enfurecerse, calmarse, agotarse, descansar, pensar, meditar, lanzarse al vacío, reír de nuevo, hablar, gritar, desesperarse, volar, oscurecerse, iluminarse, saltar, volver a reír, maldecir, amar, desvivirse por los suyos, atropellar la vida con sus ganas y terminar una vez más riendo como una descosida.

Nadie sabe cómo, pero siempre logra acariciar la vida con su mirada limpia, delicadamente, usando sus ojos como si fueran los dedos de un bebé.

Y cuando el público se pone en pie ofreciendo una sonora ovación, ella se gira brevemente y por un huidizo instante se pueden divisar las alas invisibles que lleva cosidas en la espalda.

Dedicado a la grandísima "modelo" de esta sesión, estupenda fotógrafa, y sobre todo maravillosa amiga, Isabel Talleda :)

 

Juan Carlos Pascual

martes, 19 de junio de 2012

FELICES PARA SIEMPRE

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La princesa de cabellos dorados y ojos azules encontró a su esbelto y valiente príncipe azul, se casaron en una ceremonia épica, se fueron a morar en el castillo que el rey de aquellos parajes les otorgó en regalo de nupcias y fueron felices para siempre.
Pero la palabra “siempre” tiene fecha de caducidad en mis cuentos, así que la felicidad hallada por nuestros personajes se fue tornando poco a poco en una incómoda rutina hasta transformarse en cruel indiferencia.  El tiempo les fue mellando como una gota de agua que cae constante e imperecedera sobre la piel.  Dejaron de celebrar sus onomásticas y sus aniversarios.  Sus familias les visitaban pero en esas ocasiones el príncipe y la princesa eran actores que interpretaban a la perfección el papel de pareja feliz, con un guión que sabían de memoria pero que ninguno de los dos tomaba en serio.
El castillo dejó de ser un hogar para convertirse en algo semejante a una prisión, y el aire viciado que podía respirarse dentro fue carcomiendo sus órganos, su sensibilidad y su paciencia.
Los gritos no tardaron en surgir, agresiones verbales cada vez más agudas y frecuentes.
Sus sirvientes habían ido desfilando con el suceder de cada nuevo episodio violento, sin ser reemplazados.  Tan sólo les quedaba un ama de llaves que iba una vez por semana a intentar limpiar lo que ya no tenía arreglo.

El último día que la pobre mujer apareció por el castillo se encontró con un espectáculo digno de no ser visto.
La princesa yacía moribunda en sus aposentos, tendida a los pies de la cama, con el rostro congestionado e hinchado por los golpes y las muñecas cortadas manando abundante sangre.
El príncipe se limitaba a observar, permaneciendo de pie junto a la ventana que traía la claridad del día a la habitación.  Estaba desnudo y ensangrentado, y en su mano izquierda sujetaba una cuchilla teñida de rojo. 
Antes de que el ama de llaves pudiera siquiera pestañear, el antaño esbelto príncipe azul se seccionó la carótida con un movimiento rápido y preciso, no sin antes haberse asegurado de abrir la ventana para garantizar que caería al vacío. 
La hermosa princesa no tuvo tanta suerte y hubo de aguardar un rato más la ansiada muerte, sin fuerzas para moverse no pudo más que esperar que las hemorragias hicieran su efecto.
La desdichada sirvienta sufrió un breve colapso, y al despertar y recordar descendió los escalones que la llevasen a la salida del castillo.  Escapó de la opresión que había vivido en los instantes previos y pudo respirar aire puro cuando logró salir fuera.  No supo qué hacer y lo único que se le ocurrió es cerrar el portón de entrada a cal y canto y huir despavorida de allí.
Desde ese día nadie ha puesto un pie en aquel castillo maldito que convirtió el amor más puro en un engendro sediento de maldad.
La felicidad que tanto anhelaron tendrán que buscarla en existencias futuras.

 
Juan Carlos Pascual

domingo, 17 de junio de 2012

AL QUITARSE LAS PUNTAS

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Se terminó la actuación. 
Ya se apagaron los flashes, se difuminaron los aplausos y se secaron las lágrimas de admiración. 
Y ella en su camerino ya no ejerce de bailarina principal.  Ahora se enfrían los músculos y se resiente el cuerpo.  Le duelen las rodillas, esas que llevan mucho tiempo aguantando la insoportable tensión de mantener el equilibrio mientras se sostiene en posturas inconcebibles.  Las uñas de ambos pies están destrozadas, pero eso hace mucho que dejó de preocuparle.
En su camerino se cambia, se quita las puntas y las mallas y se viste de calle.  Se desmaquilla y se vuelve una persona normal que tiene que usar el metro para llegar a casa.  Una vez allí come algo, juega brevemente con sus gatos y se recosta en el sofá sin la intención de dormir, lidiando con su pesadilla más recurrente y acuciante, pensar que algún día pueda extraviar la pasión que siente por lo que hace.

Dedicado a Sus, para que su pasión viaje siempre con ella.

 

Juan Carlos Pascual

viernes, 15 de junio de 2012

ESPERANDO

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Esperando la vida futura y la muerte pasada, esperando la familia que le dejó atrás, esperando un rayo de sol y una chispa de luna, esperando el minuto siguiente, esperando las sombras que tapan la luz, esperando la luz que tapa las sombras, esperando un sólo gesto de complicidad, esperando acostarse como cada noche deshaciendo el embozo y sintiendo un casi imperceptible escalofrío cuando su piel roza las sábanas frías y almidonadas, esperando poder decir lo que quiere decir sin que nadie le interrumpa, esperando poder recordar, esperando a tener arrojo suficiente para levantarse del banco y marchar.

Decicado con el corazón y con todo mi respeto a ese hombre desconocido, así como a toda esa gente que pelea diariamente con un enemigo invisible pero latente y poderoso: la soledad no deseada.

 

Juan Carlos Pascual

viernes, 1 de junio de 2012

DE MAYOR QUIERO SER

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Soy pequeño. 
Juego a ser mayor, pero es sólo un juego, porque en realidad no quiero ser mayor.  Me va bien quedarme niño, con la única preocupación de reír o llorar por motivos aparentemente nimios, pero que a mi me parecen los más importantes del mundo mundial.
Yo no quiero agarrar la luna si no es para jugar con ella y lanzarla para que rebote en las montañas. 
No quiero trabajar en algo que no me gusta sólo con el propósito de conseguir dinero.
No quiero sentirme responsable del sufrimiento de la gente que me rodea, pues ni ellos ni yo lo merecemos.
No quiero vivir de puntillas, ni tener que reprimir sonrisas boicoteándome.
Soy pequeño porque me gusta ser pequeño, me enorgullezco de ello, porque creo en los cuentos, porque tengo la fortuna de conocer hadas y ángeles que oxigenan mis risas, así como dioses bajitos que me hacen respirar la locura de la vida.
Soy pequeño porque me gusta caerme y pelarme las rodillas contra el asfalto como cuando era como ahora, y moquear cuando lloro desconsolado.
Soy pequeño porque cuando abrazo a mi padre es para subirme a su espalda y cabalgar juntos por el desierto, y porque cuando doy un beso a mi madre es para después darle mil quinientos más.

Soy pequeño porque tengo que serlo, y si algún día tengo que ser mayor, de mayor quiero Ser.

 

Juan Carlos Pascual

jueves, 24 de mayo de 2012

ASESINA DE PUREZA

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Fue la Tierra, la misma que había sostenido mis primeros pasos, la que nunca me dejó caer más allá de sus fronteras, la que me ensució de vida. 
Ella misma fue la que me arrebató a sangre la inocencia, rasgándola de mi cuerpo para saciar su infertilidad, desnudándome como lo hace un violador de alegrías, desarraigando la ternura que una vez anidó en mi.

 

Juan Carlos Pascual

lunes, 21 de mayo de 2012

LA CAJA DE MI NIÑEZ

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Cuando era pequeño tenía un lugar especial al que me gustaba ir.  Era una caseta de madera construida en las ramas de un árbol centenario que tenía sus raíces arraigadas en las tierras de mi barrio.  La frondosidad de las hojas hacía que la caseta apenas fuera visible, y casi nadie conocía su existencia.  Así que mi amigo Julián (que no existía) y yo trepábamos todas las noches, mientras mi cuerpo dormía plácidamente en la casa de mis padres, para vivir los momentos más mágicos que un niño pueda imaginar.

En aquel lugar inventamos el mundo.  Fuimos los dioses que con paciencia pero con pasión crearon leyendas habitadas por dos tipos de seres:  Los coloridos y los apagados.  Los seres coloridos eran los dominantes, ellos custodiaban la llama de la Alegría y con cualquier excusa preparaban una celebración llena de cánticos, risas, bailes y diversión.  Pero a pesar de ello vivían con la infundada inquietud de que la llama de la Alegría pudiera apagarse algún día y el caos y el desconcierto se apoderaran de ellos.  Así, a pesar de vivir en una continua fiesta, el temor era una constante presente en sus corazones.
Y luego estaban los seres apagados, una minoría de personitas desaturadas que habitaban en las afueras del reino.  Los coloridos los habían desterrado allí para que vigilaran y no permitieran que nadie ajeno a su reino se adentrase en él, lo cual era imposible, pues en este mundo no existían más formas de vida. 
Estos seres apagados se crearon a partir de la tristeza de verse abandonados, pero tenían una sabiduría interior que les hizo juntarse y vivir abrazados unos a otros.  Así transcurría su vida, sin sobresaltos pero apacible, y con la inmensa felicidad de vislumbrar una vez cada cierto tiempo un pequeño chispazo de la gran llama de la Alegría, lo cual alegraba sus corazones de manera plena.

Julián y yo nos identificábamos con estos seres desaturados, apartados pero felices. 
En aquella caseta del árbol creamos los dos un vínculo especial y eterno, jurando que en nuestra inexistencia siempre acudiríamos a la llamada del otro para ir a refugiarnos en nuestro hermoso escondite.
Y cuando los años fueron pasando y logramos intuir que la niñez se difuminaba, hicimos lo único que se podía hacer:  guardamos nuestros mundos, nuestros reinos, nuestras casetas, nuestros vínculos y nuestra inocencia en una pequeña caja secreta que cerramos a cal y canto y escondimos en nuestros recuerdos con la esperanza de volver a desenterrarla algún día futuro.

Hoy soy un hombre “adulto” y la infancia no es más que un vago recuerdo.
Pero esta noche mientras soñaba, una dulce remembranza me trajo de nuevo mi caja de la niñez, de la que apenas ya tenía conciencia, y al verla una aguda emoción envolvió mi pecho dormido y no pude más que abrirla con lágrimas en los ojos.  Al hacerlo, una forma diminuta salió fulgurante y se presentó ante mi.  Era una muchacha colorida que portaba una antorcha en la mano, y mientras me la entregaba me explicó cómo en el reino que habíamos inventado Julián y yo los coloridos habían encontrado la manera de no sufrir pensando en la desaparición de su llama de la Alegría.  La solución la hallaron gracias a uno de los apagados, que les recomendó que igual que hacían ellos con los abrazos, la llama podrían repartirla en miles de pequeñas antorchas que iluminaran todo el reino, y eso hicieron incluyendo las afueras apagadas, haciendo que la fronteras invisibles desaparecieran entre ellos.

Ahora cada noche cuando me voy a dormir, apago la luz y enciendo la antorcha.

 

Juan Carlos Pascual

sábado, 28 de abril de 2012

FLOR PRIMAVERAL

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Un desamor, un nuevo desengaño, vuelta a la amargura y la tristeza, colores "ocrizos" que llenan la habitación de desconsuelo.  Un pétalo que se descuelga.
Tan sólo un pétalo. 
Un tallo bien plantado venciendo a la gravedad y las tempestades.
Toda una flor por disfrutar. 
Estrellas la iluminan.  Rojo sempiterno.

 

Juan Carlos Pascual

jueves, 19 de abril de 2012

MIEDOS FICTICIOS, MIEDOS REALES

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Miedo.

Miedo a mostrarme, a ser visto, a exhibir mi vulnerabilidad.
Miedo a ser lo que no soy, a que mi parapeto caiga sin remedio, a bajar la mirada por ser descubierto.
Miedo a poner de manifiesto mi “emocionalidad”, a encontrarme un día desnudo delante del mundo sin mayor protección que mi propio cuerpo.
Miedo a desglosar mi propio imaginario interior en un escenario artificioso pleno de perversa inconsciencia.
Miedo a vomitar mi otro yo, ese que nadie más conoce.

No.
¡No!

El miedo real es miedo a no mostrarme, a no ser visto, a que mi vulnerabilidad no sea enfrentada.
Es miedo a no ser lo que soy, a esconderme tras turbios escudos, a no devolver miradas puras.
También miedo a no enseñar mis sentimientos, a no ser capaz de desnudarme y librarme de las ataduras atávicas de hace tantas vidas.
Es un maldito miedo a que mi mundo interior sea tan profundo que al final se quede encerrado bajo candado custodiado por mi ceguera emocional.
Y miedo a que nadie me descubra, a la infinita soledad de la sinrazón, de la cárcel autoimpuesta.

Todo lo demás no son más que quimeras.

 

Juan Carlos Pascual

martes, 3 de abril de 2012

EL JÚBILO DE NUESTRA NIÑEZ

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La infancia que rigió mi generación estuvo exenta de consolas de videojuegos, no había internet, y la tecnología más avanzada consistía en idear teléfonos uniendo dos vasos de plástico con un largo cordel.  Jugábamos en la calle, con los amigos del cole o con los vecinos.  Nuestros padres no necesitaban tenernos vigilados en cada momento, nos dejaban la tarde a nuestras anchas para que inventáramos las peripecias más increíbles, forjando poco a poco un espíritu soñador y aventurero.  La verdad es que no necesitábamos gran cosa, tan sólo juntarnos con la pandilla.  Y así sobre la marcha siempre terminaba surgiendo algo maravilloso por hacer.

Recuerdo una vez que un niño afirmó haber visto un gnomo en un descampado cercano.  No hizo falta nada más, era algo suficientemente extraordinario como para tenernos explorando el terreno durante varios días, notando cómo se aceleraban nuestros corazones cada vez que creíamos ver que algo se movía debajo de un pedrusco o cuando el viento agitaba los hierbajos que a duras penas crecían y alguno de la pandilla gritaba: “allí, allí!!!”
En otra ocasión una niña nos chivó que habían encontrado un cadáver en las acequias que ponían frontera entre el barrio y el mundo exterior.  Allí estuvimos, por supuesto, y nada vimos con nuestros ojos aunque nuestros cerebros nos jugaran malas pasadas creando pesadillas que surcaban nuestras noches sucesivas.

El juego que más nos gustaba era uno de lo más simples y universales:  el escondite.  A mi me encantaba tener a todos delante y cerrar los ojos pegándome a un árbol o una pared para contar hasta 100.  Cuando estaba a punto de terminar la cuenta mi cuerpo ya estaba en modo alerta, relleno de emoción contenida.  Al despegar los párpados, mirar delante y encontrar el mundo vacío, se desataba la adrenalina y me ponía a recorrer la plaza y los aledaños buscando a mis amigos en cada recoveco.  Era sin duda una exploración del universo, una búsqueda de mí mismo, un momento sublime de meditación guiada por mis adentros.  Después de encontrar al último de los escondidos y correr hasta el punto de partida para gritar su nombre sintiéndome ganador, mi cuerpo al final se liberaba de toda tensión y se rendía a una plácida sensación de felicidad.

Después crecí, como hicimos todos.  Nos hicimos “adultos” y perdimos el contacto.  Dejamos de escondernos en los sitios más variopintos para hacerlo dentro de nosotros mismos, nos encarcelamos sin saber por qué en responsabilidades y convenciones sociales, y en muchos casos se quedaron atrás las ganas de vivir, de jugar, de ser feliz sin tener nada, de ser realmente sabios.
Pero la esperanza siempre está ahí, la vida sigue dándonos (aunque sea a trompicones) momentos inexplicables en los que volvemos a encontrar la chispa, el brillo en los ojos, el corazón acelerado, y nos sobrepasan las ganas de hacer mil cosas, y sin saber por qué nos encontramos revolviendo un cajón hasta encontrar un viejo tirachinas o unas canicas que desempolvar, salimos a la calle felices, sintiendo el sol calentar nuestro rostro, y sin poder evitarlo, terminamos cerrando los ojos y sonriendo.

 

Juan Carlos Pascual

miércoles, 28 de marzo de 2012

PRINCESA

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No soy un caballero de reluciente armadura cargado de un valor sin límites que traspasa todos los confines.
No sé nada de dragones que escupen fuego, de antiguos castillos amurallados que esconden reinos en su interior, de justas medievales en las que el honor es la mayor recompensa.
Soy incapaz de cabalgar con soltura sobre los lomos de un noble corcel, de abatir a los nueve monstruos que custodian elixires de secretas propiedades, de recorrer imperios enteros a fin de registrar territorios desconocidos.
Tampoco sabría emprender la búsqueda de un santo cáliz, sumergirme en los océanos para encontrar tesoros con capas de coral o entrenar halcones que surquen los cielos enviando mensajes cifrados.

Y si bien no creo en cuentos de hadas aunque los escriba con plumas entintadas en arena de mar, o pese a que me harte a usar la razón si bien mi imaginación se rebela continuamente y echa a volar con su propia inercia, a pesar de todo ello, que sepas que me voy a romper la vida por hacerte sentir como una princesa de un libro que tiene aún una enorme cantidad de páginas por llenar.

Dedicado a mi Sara, por mirarme con esos ojitos llenos de amor.

 

Juan Carlos Pascual

viernes, 16 de marzo de 2012

SUS OJOS VERDES NOS SALVARÁN

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Ella era especial, bien lo sabían los habitantes del pequeño poblado en el que nació en pleno desierto, pues pronto comprendieron que tenían con ellos a una de esas criaturas venidas al mundo para cambiarlo.  Su apariencia era humana, pero su procedencia era lejana, del lugar donde las estrellas son forjadas a base de destellos divinos.

Antes de llegar a la Tierra, le tatuaron en el corazón con lágrimas solares la misión que debía cumplir en nuestro planeta.  Se trataba de un trabajo a largo plazo, que debía ir fraguándose con el transcurso de los años, dando un giro radical pero sutil a la conciencia de cada ser humano con el fin de hacernos escapar de nuestra propia auto-extinción.

Le concedieron la capacidad de no levantar muros a la pureza con la que nació.  Nunca se cansaría de sonreír, y siempre miraría el mundo con la vibrante sorpresa propia de un niño que incesantemente descubre los mecanismos de la vida.  Y precisamente esa era la parte más importante de su trabajo, pues esa manera de vivir debería contagiarla a todas las personas con que se topara, creando una cadena infinita que eliminaría los odios ridículos y las disputas que diariamente inventamos.

Y en sus ojos estaba la clave, las señales que nos irían indicando el devenir de los acontecimientos.  Nació con el iris de color blanco, y según pasara el tiempo y se fuera cumpliendo la misión, sus ojos se irían coloreando de muchas y diversas tonalidades.  Y dicen los que conocen esta leyenda que justo antes del momento en que la gran metamorfosis de conciencia planetaria tenga lugar, esos ojos dulces se tornarán de un bello fulgor verde intenso.

Hoy comienzan a elevarse voces por todo el globo forzando cambios, multiplicándose los testimonios de gentes que han sido hechizados por ojos de color verde palpitante.

 

Esta entrada está dedicada a Julia Leyva, que me ha “prestado” sus ojos y su inspiración para la fotografía y el texto :)

 

Juan Carlos Pascual

domingo, 11 de marzo de 2012

PALABRAS

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Nuestros Dioses, esos que rigen nuestra existencia, o tal vez nuestras propias incongruencias decidieron hace unas semanas privar a la humanidad de uno de sus rasgos más característicos:  la capacidad de comunicarse mediante el habla.

Los primeros días fueron caóticos, el pánico y la frustración hicieron acto de presencia llenando nuestras vidas de desconcierto.  El día a día se convirtió en un infierno en el que parecía que, aparte del habla, casi hubiésemos perdido la cordura.  Ya no podíamos usar el teléfono, si nuestros bebés lloraban no podíamos escuchar su llanto, la televisión había perdido la mitad de su sentido… y lo mismo sucedía con millones de cosas que antes eran totalmente rutinarias.

La depresión y  la incomprensión ante un hecho tan insólito se instalaron entre nosotros, y los días fueron pasando.

Y según transcurrían los soles y las lunas, el potencial que posee el ser humano para superar momentos apocalípticos se fue imponiendo, y poco a poco nos fuimos acomodando a la nueva situación.
Lo que en un principio veíamos claramente como un hándicap fue transformándose en algo altamente beneficioso.  Empezamos a darnos cuenta de lo irreflexivamente que usábamos nuestra voz cuando aún disponíamos de ella, empleando las palabras con total ligereza, sin prestarles ninguna atención.
Nuevas formas de comunicación, mucho más íntimas y conectadas, han empezado a surgir desde entonces.  Si escribimos para hacernos entender, lo hacemos poniendo plena conciencia en cada una de las palabras que empleamos en el papel.  También hemos comenzado a utilizar nuestro cuerpo a un nivel al que nunca habíamos llegado, creando nuevas formas de interacción con nuestros semejantes.  La empatía por quienes nos rodean se ha hecho presente con rapidez, ahora somos capaces de mirar fijamente a los ojos y conectar de verdad con la persona que tenemos en frente.
Ya no nos despedimos diciendo adiós, ahora nos abrazamos de verdad.

La desaparición de las palabras sonoras supuso el génesis de la verdadera comunicación.

 

Juan Carlos Pascual

martes, 28 de febrero de 2012

LA VIDA ES SUEÑO

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Cayó exhausta en la cama, y al hacerlo se sintió pesada como si estuviera impreganada de cemento y la gravedad fuera mucho más fuerte que ella.  Un último instante de consciencia surcó su cerebro para alejarse al momento hacia el lugar donde lo que llamamos real espera inmóvil a que decidamos volver.
Se abandonó al sueño con la misma facilidad con que se apaga una vela que se adentra en un tornado.  Y en el sueño se vio dormida sobre un mar estrecho cubierto de hojas perennes, navegando lentamente, mientras era mecida por la leve corriente.  Tenía los ojos cerrados pero era capaz de ver los asombrosos parajes de quietud y soledad que pululaban en torno a ella.  Escuchaba serena los cantos de animales que no conocía, como una sinfonía armoniosa de sonidos naturales hermosísimos.  Sentía una suave brisa de perfumes coloreados con sonrisas infantiles acariciando sus mejillas mientras le llegaban susurros de vidas por venir, y el arrullo del agua transparente la transportaba hasta lo más recóndito de su bondad.
Totalmente relajada intentó incorporarse en su improvisada balsa, moviéndose a cámara lenta, llena de una felicidad infinita.
Y cuando ya sólo esperaba la eternidad abrió los ojos... el maldito despertador había vuelto a sonar a las 6 de la mañana.

 

Juan Carlos Pascual

sábado, 25 de febrero de 2012

CORAZÓN TATUADO

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Nunca supo usar su corazón.  De hecho nunca supo dónde lo tenía.  Tanto era así que hasta llegó a convencerse de que carecía de él.  Se movía por la vida en un contínuo invierno al que acompañaba una ya rutinaria tibieza sentimental. 
Nada le parecía suficiente porque nada es lo que quería.  Se sentía invisible para los demás, incluso para sí mismo, lo cual le dotaba de una incomprensible pero adoptada comodidad en la que aislarse.  Todo lo demás era pura inutilidad.

Un día, sin saber cómo ni por qué, se encontró de repente mirando esta fotografía que sostenía entre sus dedos.  Por más que se preguntaba, no conseguía saber quién o qué había puesto esa imágen allí para él, pero el objetivo de tan extraña sinrazón se desveló claro y conciso al instante.
Su corazón existía, ¡claro que existía!  Al nacer alguien se lo tatuó con tinta intangible entre los pliegues de su piel, haciéndolo prácticamente invisible al ojo humano.  Sólo en determinadas circunstancias, cuando la luz incidiera justo en el punto y momento correctos, su corazón se revelaría al universo entero y cambiaría todo lo concebido hasta entonces.
Y así fue, y el gélido invierno que siempre le acompañó dio paso a la calidez de la luminosidad, la que hizo presente su invisibilidad para que todos la admirasen.

 

Juan Carlos Pascual

martes, 21 de febrero de 2012

DESDOBLAMIENTOS

TRILOGÍA DEL PAYASO TRISTE (3/3)

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Cierro los párpados de mi propia dualidad para intentar reconocerme. ¿Soy ese payaso encantador que haciendo reir hace olvidar a los demás las miserias que puedan tener? ¿O acaso soy lo que hay debajo de la nariz roja y el maquillaje circense, lleno de dudas y titubeos?
A veces me identifico con uno de ellos, pero después el otro me secuestra y se apodera de mi. LLevo tanto tiempo en esta lucha que hace ya demasiadas lunas que perdí definitivamente el control y lo que me ataba a lo que llamamos "cordura".
Ahora más que payaso soy un funambulista caminando sobre el alambre de su desgastada racionalidad, buscando manos que le sostengan y no le dejen caer.

 

El siguiente texto está escrito por una amiga, Bibianna, que se inspiró es esta trilogía para crear algo tan bello como ésto:

Era la persona más triste del mundo. Aunque su cara no reflejaba tanta tragedia, su llanto interior había conseguido congelarle el alma. Ya no tenía sueños, cerraba los ojos cada noche y al instante sonaba el despertador para empezar de nuevo una dura y pesada jornada laboral. Sus ilusiones, emborronadas por las lágrimas, ya no se diferenciaban de las penas y su corazón, helado, sólo latía por costumbre.
No conseguía exteriorizar su pena para dejar espacio a aquello que llamaban felicidad, aquello que no conocía. Se había esforzado tantas veces... pero resultó como aquella mariposa que intentando salir del charco rompe sus alas.
Los especialistas le recomendaron viajar para olvidar. Y viajó. Le invitaron a rodearse de niños, a ver películas de humor, sesiones de risoterapia, paseos junto al mar. Todo lo hizo, pero sus pulmones no eran capaces de respirar más que el aire de tristeza que desechaban aquellos de los que se rodeó.
Decepcionado y abatido en su intento, volvió a su rutina de días inacabables y noches sin estrellas. Seguía siendo la persona más triste del mundo.
Un anuncio en el periódico llamó su atención: “Somos capaces de hacerte feliz” se leía. Y sin más dilación concertó una cita. Todo aquello que le propusieron había fracasado antaño. No le ofrecieron ningún nuevo ejercicio ni terapia que no hubiera probado. Ya no había remedio a su causa, y como de costumbre, con su mueca de desconsuelo y cabizbajo, se dirigió a la puerta.
Un grito hizo detenerlo en seco —¡¡Espere!!— exclamó el sanador —¡¡Aún hay una posibilidad!! Si no consigue ser feliz con lo que le recomendaré, nadie podrá ayudarlo. Yo no lo conozco en persona, pero dicen que es capaz de hacer reír al más triste, y que su espectáculo, famoso en todo el mundo, transmite tanta alegría que nadie puede resistirse a sonreír. Es su última oportunidad: usted debe ir a ver al Gran Clown—.
Ninguna lágrima brotó de sus ojos, pero le pareció sentir cómo su alma se agrietaba sollozando en lo más profundo de su ser. El aire se hizo irrespirable al momento y la luz del sol se apagó ante su mirada. Una tormenta de hielo se apoderó de sus pensamientos, y cayendo de rodillas con el aliento de su último segundo de vida en la garganta, exclamó:
—el Gran Clown soy yo—.

Muchas gracias de corazón Bibi!!!

 

Juan Carlos Pascual

VOLVIENDO A LA CRUDA REALIDAD

TRILOGÍA DEL PAYASO TRISTE (2/3)

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Cuando se apagan las risas y llega el turno de los trapecistas es cuando yo me retiro a mi roulotte. Allí, con mis pocas pertenencias como compañía, me voy quitando con resignación la nariz roja y la máscara de pintura que cubre mi rostro, lentamente, como un ritual interiorizado, hasta que quedo opresivamente desnudo de artificios. Es el momento en que empiezo a contar con angustiosa desesperanza las horas que faltan para la próxima función.

 

Juan Carlos Pascual

sábado, 18 de febrero de 2012

EL LLANTO DEL PAYASO

TRILOGÍA DEL PAYASO TRISTE (1/3)

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Ese día la función cambió de rumbo.
El número del payaso estaba programado y ensayado como todas las jornadas, con el objetivo siempre conseguido de hacer explotar al público de risa.
Pero hoy el espectáculo resultó distinto, hoy se sentía raro, se acercaba a los niños y los niños se revolvían y lo rechazaban.
El pobre payaso no supo más que hacer, sólo sentarse en medio del escenario y romper a llorar, exhalando un llanto casi inhumano, una angustia que le brotaba del corazón roto y sobrepasaba todo su ser llenando de congoja todo lo que en ese momento se encontraba dentro de la gran carpa.
La mayor desgracia del payaso fue no hacer reír a nadie, y su mayor gloria hacer llorar a todo el mundo.

 

Juan Carlos Pascual

domingo, 12 de febrero de 2012

SOLTANDO

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Hoy me quito la americana que uso de armadura, la que no deja aparecer mi corazón.  Hoy decido mostrarme desde los sentimientos, desnudo de artificios.

Ha sido mucho tiempo el que la he llevado puesta, siempre bien abrochada, sin resquicio a que nada pudiera alterar mi estado interno de tibieza ante el mundo. 
Pero terminó acoplándose a mí como un parásito, cada vez más cómoda, oprimiendo mi pecho hasta que al final me dejó prácticamente sin respiración. 
Con mi último aliento, haciendo un esfuerzo titánico, he podido desabrocharla y deshacerme de ella.

Sé que a partir de ahora pasaré frío, que estaré expuesto a penurias y sufrimientos, pero estoy seguro de que sea como sea encontraré un abrazo que me regale calidez, o al menos lo habré intentado.

 

Juan Carlos Pascual

sábado, 11 de febrero de 2012

MUJER LUCHADORA, MUJER VALIENTE

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Siempre soñó con ser la protagonista de una de esas novelas que tanto le gustaba leer, a fin de poder visitar aquellos lugares insólitos que poblaban esos libros, conocer gente nueva que incitara su riqueza vital a cada paso que diera, hacerse consciente de cada minuto que recorriera colmando de esplendor su espíritu.

Pero una noche se acostó exhausta y al despertar la mañana siguiente se encontró con un marido al otro lado de la cama y dos hijos que requerían su atención constantemente.
No le quedó otra que adaptarse y hacer una mudanza en la intención de sus sueños, simplemente hacer fluctuar sus motivaciones hacia otro lugar, hacia lo que ahora le ocupaba.
Poco a poco lo fue consiguiendo, obligándose a sentirse cómoda en esa coyuntura.  El amor por su marido nunca desapareció, tan sólo se transformó en un cálido afecto que saciaba sus necesidades afectivas.  Y sus hijos, sus hijos se convirtieron en su motivo, en la razón por la que vivir, acompañándolos mientras forjaban sus propias experiencias, siempre con un sabio consejo y un abrazo a tiempo.  Momentos interminables de felicidad.

A veces la rutina la inundaba y la sumía en una transitoria tristeza, tal vez una añoranza por la juventud que quedó atrás con tantos momentos que habían formado parte de ella tan intensamente, pero en seguida la sonrisa de alguno de los suyos la devolvía al estado de alegría que reinaba en sus quehaceres.
Y un día decidió acoplar aquellos sentimientos antiguos a su vida actual, convergiendo en una serenidad que la arropa desde entonces.

Hoy ella vive plenamente feliz, con un marido al que ama, con dos hijos a los que adora ciegamente, y con muchos libros en la mesilla al lado de la cama, que hacen que duerma cada noche soñando radiante con su propia realidad.


Esta historia está dedicada especialmente a Dolors Guerrero, una mujer luchadora y valiente, con una sabiduría especial, y por extensión a todas esas mujeres y madres que en un momento dado supieron anteponer el cuidado de su familia a cualquier deseo personal.


Juan Carlos Pascual

lunes, 30 de enero de 2012

DEPLORANDO LA NORMALIDAD

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Siguiendo el camino me salí de la vida.  Me encontré perdido en mi propio conocimiento, mirando rutinas ilegibles y cielos de color vainilla con nubes encorbatadas.
Intenté gritar pero sólo podía latir, nadie más había allí entre aquella multitud.
Sé que estaba tumbado, en una estrambótica camilla vertical a la que intentaba asirme con la lengua.  Al final caí varios metros hacia arriba, justo donde el horizonte se fundía con el sol, y me recogió un halcón de oscuras branquias que me transportó a su nido fabricado con palabras sumerias.
Pero aquel lugar no me gustaba y me lancé al mar a fin de poder respirar, pero no pude respirar, lo cual no fue inconveniente porque yo ya no era yo, y aquel descubrimiento hizo que desistiera de escribir esta historia.

Juan Carlos Pascual

sábado, 28 de enero de 2012

EL NIÑO ATRAPADO EN EL PEQUEÑO CALLEJÓN

Esta foto junto con el texto que la acompaña fue publicada en mi cuenta de flickr el 7 de diciembre de 2011

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Siempre fue un soñador. Para él el mundo no existía como lo conocemos los demás, si no que él lo creaba a su antojo.
Los ojos siempre abiertos como dos lunas llenas, observando boquiabierto las minucias que él convertía en grandes descubrimientos, pequeños detalles imperceptibles que se transformaban en épicas historias dentro de su mente. Siempre corriendo, siempre curioso y sorprendido.
Pero un día creció sin saber cómo hacerlo, sin comprender que su imaginario se hubiera difuminado en brumosos recuerdos. Y se rebeló. Se negó a aceptarlo y regresionó en vida hacia su propia desaparación como adulto.
Y fue entonces cuando se quedó atrapado en el pequeño callejón, corriendo como lo hizo siempre, esperando que una simple gota de lluvia se transformara en un océano por el que navegar dentro de su mundo de sueños novelescos.

Juan Carlos Pascual

lunes, 23 de enero de 2012

DESCUBRIENDO UNIVERSOS NUEVOS

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Cierro los ojos. Intento concentrarme en la respiración, haciéndola pausada, tratando de evitar quedarme mucho tiempo en un pensamiento. Inspiro. Noto el aire acariciando mis fosas nasales mientras se adentra en mi organismo cargado de oxígeno. Espiro. Se cumple el ciclo y expulso lentamente el mismo aire por la boca, sintiendo cómo se marcha incluso por las mínimas separaciones que pueda haber entre los dientes. Repito el proceso una y otra vez. Medito en la oscuridad de mi habitación, con una vela encendida y una barra de incienso aclimatando con su aroma el espacio que me rodea.
De repente, y durante un ínfimo instante, todo cambia. En la holgura que queda entre inspiración y espiración, en ese breve lapso, la realidad altera su entidad mostrando un nuevo universo dentro de mi materia vital.
Entonces lo sé todo, conozco las respuestas a los recovecos de todos los porqués, me vuelvo un alma omnisciente.

Pero entonces vuelvo a respirar...


Juan Carlos Pascual

martes, 17 de enero de 2012

EL RINCÓN DE MIS SOLEDADES

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La tenue luz de la farola era toda la iluminación que necesitaba en mis lecturas atardecidas.  Ese viejo banco, y esas vistas al mar infinito me sumían en un profundo estado de aletargamiento… era como estar en el paraíso, no existía nada más en el mundo.
Más de media vida estuve sentado en ese lugar, cientos de libros pasaron por mis manos incrustando en mi memoria millares de historias que hice mías, con la banda sonora que interpretaban las olas calmadas y la brisa que anunciaba que la luna tomaba el testigo del sol.
Ir cada día allí era para mi algo sagrado, una disciplina impuesta, lo más parecido a una meditación destinada a encontrarme con mi consciencia.

Ahora ya estoy esperando lo que todos esperamos al final de nuestros días, aquí tumbado en esta aséptica cama de hospital, sin más motivación que cerrar los ojos por última vez.
Pero hoy sucedió algo, hoy me han hecho el mejor regalo que he recibido jamás.  Alguien me ha enviado por correo un libro antiguo, uno de los primeros que leí en mi rincón especial.  Y al abrirlo y hojearlo he descubierto una pequeña fotografía, la que ilustra estas palabras, que me ha hecho llorar como un crío, haciendo que reflotaran en mí emociones olvidadas hace tiempo.

No tengo la menor idea de quién ha sido la persona que me ha hecho tan feliz hoy, pues nunca vi a nadie en aquel lugar.  Lo que sí tengo por seguro, y me alegra haberlo constatado en este momento de mi vejez, es que los ángeles existen y nos acompañan en nuestras vicisitudes.

 

Juan Carlos Pascual

domingo, 15 de enero de 2012

LLUVIA NO DESEADA

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La pobre caña de bambú agonizaba en su propia paradoja.  Estaba tirada al lado del vasto océano, pero el agua, vital para su supervivencia, no llegaba hasta donde se ubicaba.  Sólo pedía unas gotas de lluvia para poder coger fuerzas y lanzarse al mar, sólo eso.  Además el día había amanecido con algunas nubes.  Se sentía con sus últimas fuerzas, pero optimista con respecto a la posibilidad de una breve llovizna.
Mientras escucha el monótono sonido de las olas caprichosas que no se acercan a ella, nota de repente algo que le roza, y se siente despertar porque algo cae sobre ella con suavidad, unas gotas de...
No puede ser, no es agua... 
Son cientos de granitos de la arena gruesa que hace frontera con el mar.  Algún desalmado la ha utilizado para hacer una mísera fotografía.

Juan Carlos Pascual

domingo, 8 de enero de 2012

COSAS DE NIÑOS

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Praga, invierno incipiente de 1927

La nieve ha hecho estragos sobre la ciudad, y una vez que el temporal ha amainado decenas de niños corren alborotados pero sobre todo ilusionados a jugar en el parque viejo del centro, ahora de color blanco inmaculado.

El pequeño Janik tiene 7 años.  Tiene que apartar su flequillo acacerolado constantemente porque le tapa los ojos chispeantes mientras amasa una bola de nieve con las manos.  Es la primera vez que ve el parque tan cubierto, y se siente especialmente contento por ello.  Antes de terminar su “arma arrojadiza” recibe un frío impacto de hielo blanco a la altura de las orejas que le hace trastabillar hasta caer al suelo.
Cuando levanta la mirada buscando a su agresor se topa con la sonrisa de una niña de dulces rasgos y manos pequeñas y pizpiretas.  Le hace gracia el gorro orejero que le medio tapa la melena rubia.
Se acerca a ella dispuesto a reprenderla, pero cuando llega a su altura se siente extrañado.

- ¿Te conozco?
- Tal vez, me llamo Darina.

Janik hace un rápido repaso mental intentado ubicar a Darina en alguna situación vivida por él, pero no lo consigue.  Sin embargo él sabe que la conoce.
Darina se percata de la extrañeza de Janik y le confiesa:

- Tranquilo. A mi me pasa lo mismo.
- ¿Sueles venir al parque?
- A partir de ahora sí. – Sonríe entre pícara y avergonzada agachando los ojos. – Hasta mañana.

Darina se da la vuelta y se marcha corriendo despacio, y a los pocos segundos recibe el pertinaz bolazo de nieve de Janik.

- ¡Me llamo Janik! – Grita el pequeño.
- “Ya lo sé” – Afirma Darina en sus pensamientos.

Ese día volvieron a conocerse una vez más, como lo habían estado haciendo desde los albores terrenales.  Dos niños eternos condenados a ser compañeros de correrías, de juegos, de lágrimas de risa y de abrazos felices.

Jaipur, verano de 2007

Nadîm pedalea su recién estrenada bicicleta por el barrio, regalo de su séptimo cumpleaños, sintiendo como el viento aparta de su rostro sus acacerolados cabellos, haciendo que sus chispeantes ojos se humedezcan y brillen.
Al girar por una esquina, no puede evitar chocar con la figura que ha aparecido de repente.  Los dos caen al suelo.
Nadîm se levanta y se dirige corriendo a socorrer a la niña que acaba de atropellar, pero la encuentra sonriendo, apenas magullada.
Le llaman la atención sus manos pequeñas.
La mira a los ojos y algo en su interior le hace preguntar:

- ¿Te conozco?

 

Esta historia es algo así como un reto, una historia cruzada con otra que escribe mi amiga Isabel Talleda, a quien dedico este post :)
Podéis ver la suya aquí:
http://quierolluviacontigo.blogspot.com/2012/01/tu-otra-vida-part-i.html

Juan Carlos Pascual

viernes, 6 de enero de 2012

EL LAZO ROJO

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Aún no se conocían en persona. 
Su historia estaba fraguada sobre papel escrito, en cartas que se enviaban mutuamente y en las que se contaban sus anhelos en un tiempo en que la ciudad estaba sumida en un tenso clima pre-bélico.  Así es como surgió su amor, entre letras de pluma y tintero rebozadas con esperanzas de una vida simple y feliz, lejos de la turbia neblina ideológica que estaba a punto de desencadenar una más de las guerras absurdas que desde siempre han azotado a la inteligencia humana.

Pero centrémonos en el día concreto en que los enamorados iban a encontrarse por primera vez.  Todo estaba bien atado, se verían en la puerta de la catedral de su pequeña ciudad cuando el sol comenzara su lento declive.  Habían acordado que ambos llevarían un pequeño lazo de color rojo, ella en la solapa de su abrigo y él en la mano para no desvirtuar su uniforme militar.
El ansia y los nervios les dominaban, así como la alegría apenas contenida. 

Él llegó una hora antes, aprovechando que su recién terminada guardia de vigilancia se realizaba muy cerca de la catedral.  Por supuesto llevaba el lazo en la mano.  Se movía inquieto de un lado a otro de la plaza aledaña, sintiendo cómo los segundos se eternizaban.
Cuando llevaba unos 40 minutos de espera, unos gritos empezaron a llenar la plaza, y en seguida apareció una brigada de su destacamento.  Un superior le instó a unirse a ellos urgentemente pues tenían noticia de un inminente ataque sobre su zona.
Sobreponiéndose a la decepción, no le quedó otra que salir corriendo junto a los demás soldados para cumplir su deber.

Después todo sucedió muy rápido.  Tras llegar al cuartel a recibir las oportunas instrucciones, la ciudad comenzó a ser bombardeada.  No dio tiempo a prepararse, ni a dar aviso a la población civil.  El sordo silbido de los obuses cayendo desde el cielo era continuamente silenciado por las pavorosas explosiones de los mismos cuando llegaban a tierra, saturando de desconcierto los corazones de los aterrados espectadores.

El ataque se alargó durante una hora, que se sintió como semanas enteras.

Una vez todo quedó en calma, era hora de comprobar las brutales consecuencias de la carnicería.  Decenas de cadáveres se mezclaban en las otrora apacibles calles, ahora deformadas en escenarios escombrosos de la tragedia. 

Cuando él, magullado pero ileso, caminaba con el corazón encogido por los alrededores de la plaza, se acercó a la catedral, y comprobó con estupor cómo un lazo rojo había aparecido anudado en el enrejado portón principal.
Un dolor como nunca imaginó que pudiera existir se apoderó de él mientras se arrodillaba sobre la tierra quemada. Las lágrimas brotaron como una tormenta y se encogió entre sus propios y desesperados bramidos.

Hoy, tras más de seis décadas transcurridas desde entonces, mi abuelo me ha contado esta historia contestando a mi curiosidad. 
Le pregunté qué es lo que le movía a atar un lazo rojo en las rejas de la iglesia cada vez que acudimos a la misa del domingo.

 

Juan Carlos Pascual

domingo, 1 de enero de 2012

SE AGARRÓ A UN PAÑUELO ARDIENDO

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Ella bajó las escaleras a trompicones, entre sollozos provocados por el desamor.
En un último intento desesperado por recuperar la estima del hombre que la acababa de expulsar de su vida, no supo más que dejar su pañuelo de seda azul apagado en la barandilla que sujetaba sus últimas fuerzas, con la esperanza de que él lo viera y recapacitara, de que una chispa mágica prendiera en el corazón de él y lo hechizara de manera que saliera corriendo tras ella.
Desde abajo, ella escuchó agazapada una puerta que se abrió y se cerró unos pisos más arriba. Era él, estaba segura. Pudo oir los pasos tranquilos bajando las escaleras mientras imaginaba quimeras imposibles. Dejó de oir los pasos justo donde calculaba que estaba el pañuelo, para breves segundos después volver a escucharlos. Y finalmente, desde su escondite, pudo ver al que fue el hombre de su vida cruzar el umbral que le llevaba a la noche incipiente.
Y allí se quedó ella, llorando desconsolada, consciente de su soledad, con la certeza de que el pañuelo de seda azul apagado se había quedado en la barandilla de la escalera desperdigando al vacío todas sus vanas esperanzas.

 

Juan Carlos Pascual

COMENZANDO

Este blog nace el 1 de enero de 2012 respondiendo a una inquietud que me acecha desde hace un tiempo.

Gracias al empuje de varias personas que me han ido animando a ello, poco a poco he ido introduciendo un elemento añadido en algunas de mis fotografías.  Se trata de un texto, una breve historia inspirada por la imagen.  A veces una simple línea, otras un relato más extenso… siempre intentando mostrar esa parte de mi que suele permanecer oculta.

Por ello hoy me he decidido a crear un blog donde ir mostrando todas estas historias y fotografías que humildemente vaya construyendo.

El blog está dedicado a esos individuos tan especiales que me incitan y me retan continuamente, en especial Sara, Isabel, Bibianna y Paco. Ellos son este blog.

 

Juan Carlos Pascual