viernes, 7 de diciembre de 2012

DESOLATION

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Su espíritu arraigado vagaba sin aparente sentido por los pasillos de aquel caserón.  Muchos era los testimonios sobre extraños ruidos chirriantes, vahos que se manifestaban de repente y escalofríos  a la luz del fuego.  Pero nadie podía afirmar haberla visto hasta entonces.
Cuentan que se quitó la vida hace más de cuarenta años, desesperada, un día antes de que su hogar fuese demolido, sin saber que su acción repercutió de tal manera en el ánimo de su vecindario que el derribo fue cancelado. 
Dicen que llegó a tal extremo porque estaba enfermizamente enamorada de su casa, de sus paredes, de sus olores, de sus corrientes de aire...  todo ello la sumía en la felicidad más absoluta.  De tal manera se sentía que apenas salía fuera de sus muros para socializar con las personas que intrigaban e inventaban historias sobre "la joven de la ventana", que así la llamaban porque era la única manera de poder disfrutar de su belleza, cuando desde su ventana miraba con expresión casi altiva hacia el exterior, dando envidia al mismo sol.
Sus amigos fueron los ladrillos que la cobijaban y su familia las velas y candiles que usaba para iluminar su amoroso hogar.
Por eso su vida se alteró cuando le llegó la notificación del ayuntamiento local ofreciéndole una vivienda en el centro pues los planes urbanísticos harían pronto que el progreso se llevase como un huracán lo que había construido a base de cariño.
Y por eso no supo más que quitarse la vida para quedarse siempre allí, en la forma que fuese, pero siempre unida a aquel espacio que era todo su corazón.

Como dije antes, la tragedia alteró el discurrir de la vida de aquella comunidad que, como víctima de una maldición, se fue disgregando poco a poco hasta quedar como un poblado deshabitado. 
Y allí quedó el caserón, sólo expuesto a eventuales visitas de gamberros o jóvenes que buscan algo que no saben buscar. 
Muchos de ellos desconocen esta historia, pero todos los que pisaron aquellos suelos salieron con la sensación de no haber estado solos.
De todas estas historias me quedo con las palabras de una joven que aseguró sentirse a gusto allí, y que al anochecer contempló sin miedo y con emoción la presencia de una hermosa mujer de figura desolada que portaba un candil en una mano.  Por un segundo la sombra se giró para mirarla a los ojos, y fue ese breve instante el que cruzó las sonrisas de las dos almas iguales.

Juan Carlos Pascual

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